Golpes en el Ataúd

Escuché los golpes en la tapa del ataúd pero no quise prestar atención. Miré hacia el cielo y concentré mi mirada en la luna llena, que como mudo testigo observaba la escena ligeramente aterrorizada.Tomé aire y proseguí.
Escuché el grito desgarrador que profería la garganta del desdichado, en un acto desesperado por suplicar ayuda. Me estremecí, pero continué echando tierra sobre el féretro con la esperanza de ahogar aquél inesperado percance. Mientras lo hacía, noté que el ataúd se movía por lo que deduje que la persona que estaba en su interior intentaba escapar de la prisión en la que se encontraba. Escuche sus súplicas, aprecié los golpes que daba con sus puños y rodillas sobre la madera de roble. No podía escapar.

Durante algunos minutos me sentí confuso y miré a mi alrededor, pero sólo la oscuridad de aquél tétrico cementerio fue mi respuesta. La luna se había ocultado tras unas negras nubes, en una actitud cobarde y ruin, y las sombras se habían adueñado del camposanto, acariciando las viejas tumbas que mostraban ahora una imagen fantasmagórica.

Encendí un cigarrillo y procuré distraerme para evitar escuchar los quejidos agudos que provenían del interior de aquél ataúd que seguía agitándose cada vez con menor intensidad. Aquella persona se estaba dando por vencida, parecía haber comprendido que nada de lo que hiciera podría liberarla.
Volví a escuchar sus gritos y finalmente tiré el cigarro al suelo para reanudar mi trabajo. Seguí echando tierra sobre el ataúd hasta que pude enterrarlo por completo. Ya no se oía nada, absolutamente nada.Me disponía a marcharme cuando divisé entre las tumbas una figura delgada que se aproximaba. Lo saludé.

-Pudiste haberlo salvado.-objetó con un tono de voz grave.
-Ése no es mi trabajo.-respondí tajantemente.
-Sabías que estaba vivo.

Eludí mirar directamente a los profundos ojos del visitante pero no dudé en mostrar mis pensamientos.

-Eres tú quien decide cuándo han de morir las personas, yo solamente recibo la orden de llevármelos y eso es precisamente lo que he hecho.
No le dije nada más. Me alejé con lentitud, perdiéndome entre los viejos cipreses, pero tuve la osadía de mirar hacia atrás para observar una vez más como Dios clavaba sus rodillas en el suelo al comprender que una vez más… se había equivocado.Escuché su lloro y me permití el capricho de sonreír cínicamente mientras regresaba satisfecho a la negrura de mi vetusta morada.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes una visión muy particular de las cosas ¡¡y me haces disfrurar con ello!

Anónimo dijo...

Como siempre, genial, y me gusta el personaje de Daniel RIbas, espero leer pronto sus aventuras :)

Anónimo dijo...

Corto pero intenso, ¿tú eres ateo , verdad?

Anónimo dijo...

Tú siempre tan polemico jiji¡¡¡¡ :L

Anónimo dijo...

¿como se puede equivocar Dios en lo que hace?

Anónimo dijo...

Es un relato, muy gotico como a mi me gusta...pero si te hace que te hagas preguntas es que es muy bueno....sigue asi Rain

Anónimo dijo...

Un titulo muy bueno, me ha gustado mucho. Soy de esas personas que tienen temor a ser enterrada viva y el relato me ha angustiado un poco porque imagino el sufrimiento de las persona cautiva, pero me ha parecido un relato brillante. Es el primero que he leido porque me ha llamado la atencion el título. Tiene muy buena pinta esta pagina.